En el ámbito de las telecomunicaciones, el 4G es la abreviatura que se utiliza para identificar a las tecnologías inalámbricas de cuarta generación. A diferencia de las redes 2G y 3G, esta tecnología –en su momento– cambió de manera significativa la forma en que usamos, por ejemplo, la telefonía móvil. Fue así como, a partir de su masificación a través de los distintos proveedores de servicios de red inalámbrica, los usuarios tuvimos la posibilidad de convertir nuestros dispositivos móviles en pequeños ordenadores.
Por ello, hoy en día, podemos navegar en la red, transferir datos o reproducir videos de alta calidad desde nuestros teléfonos inteligentes. En síntesis, muchas de las tareas que solíamos desarrollar en una computadora de escritorio o portátil (y que hoy realizamos desde un smartphone) se ejecutan gracias a la red 4G. No obstante, como la tecnología se encuentra en permanente evolución, en los últimos años ha entrado en escena el 5G o tecnología inalámbrica de quinta generación.
Según Jesús Romo, experto en telecomunicaciones móviles y director de Telconomía, “más que una progresión en las ‘velocidades’ de la banda ancha móvil, la tecnología 5G está conceptualizada como la habilitación de una plataforma de conectividad, basada en medios inalámbricos, con suficiente capacidad para soportar casos de uso humano y tipo máquina con diferentes requerimientos técnicos, pero también para servicios críticos”. Es decir, actividades que, por su naturaleza, no pueden detenerse o interrumpirse.
En ese marco, José Aguilar, jefe del área económica de Nakagawa Consultores Regulatorios, señala que el 5G está pensado para diversos tipos de uso. “Por ejemplo, la baja latencia de las redes 5G (es decir, el envío y recepción de información con un rezago imperceptible) permitirá el surgimiento de fábricas inteligentes, autos que se conducen solos, cámaras que transmiten en tiempo real y cirugías remotas que podrán desarrollarse con total seguridad”.
Todos estos avances, sin duda alguna, tendrán un efecto positivo en sectores diversos. Al respecto, Jesús Romo manifiesta que actualmente existen “distintas proyecciones sobre el potencial impacto económico del 5G a nivel global y regional. Si tomamos, por ejemplo, como referencia algunos de los pronósticos de la asociación 5G Américas, recogidos en su reporte ‘Implementación de redes 5G en América Latina: recomendaciones para fomentar su despliegue’, se proyecta (según un estudio de IHS Markit) que para el 2035 las redes y servicios 5G aportarían un valor agregado de 13.2 trillones de dólares a nivel global y, en el caso de América Latina, según un estudio publicado en 2020 por Omdia y comisionado por Nokia, el beneficio económico del 5G podría estar en el orden de los 3 trillones de dólares”.
Cifras significativas que, aunque varían dependiendo del sector económico que se analice, coinciden en torno a los múltiples beneficios económicos que se generarían a partir de la implementación de esta tecnología inalámbrica. En el caso del Perú, José Aguilar puntualiza lo siguiente: “Para el 2035, según estudios de Omdia, el 5G impactará con 126 mil millones de dólares al PBI del Perú. Sobre todo en sectores vinculados a las tecnologías de la información y la comunicación, la fabricación, los servicios, el comercio minorista, los bienes raíces y la construcción”. Por lo tanto, en el caso del Perú, para poder acceder a estas ventajas, será necesario primero culminar con el despliegue de redes 4G en las zonas rurales para luego continuar con el desarrollo de la infraestructura 5G. No olvidemos que estas tecnologías, en el contexto actual, son piezas fundamentales para el desarrollo integral de un país.
Por otro lado, Miguel Di Campo, Gerente de Asuntos Públicos y Sustentabilidad de American Tower, manifiesta que “además de un plan ordenado y con condiciones óptimas para una subasta exitosa de 5G en el Perú, no se debe dejar de lado el hecho de que esto es solo la mitad de la película, la otra mitad será la importante labor que debe llevar a cabo el Gobierno Nacional para impulsar los mecanismos necesarios para que el despliegue de antenas 5G sea posible; sobre todo, tomando en cuenta que se pueden necesitar de 4 a 10 veces la cantidad de antenas que hoy requiere el 4G”.
Finalmente, Di Campo puntualiza que, para poder cumplir con lo proyectado, se deben tomar en consideración tres factores: “Primero, desarrollar un ‘fast track’ normativo para el despliegue de antenas 5G. En segundo lugar, crear una ventanilla única digital desde la Secretaría de Gobierno Digital (SEGDI) para que no existan distritos más o menos ágiles en la adopción de la infraestructura 5G. Y como tercer punto, capacitar a las autoridades locales sobre los beneficios que esta nueva tecnología traerá a las ciudades que representan”. Solo así se generarán las condiciones necesarias para tener un Perú más conectado.
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