En Tarapoto, el Centro Urku demuestra que la pasión por la naturaleza, sumada al cumplimiento legal supervisado por Osinfor, es la fórmula más efectiva para combatir el tráfico de fauna. Un ocelote y un acuario solar son los rostros de esta exitosa gestiónEn la mirada profunda de un ocelote hembra que habita el Centro Urku, se esconde una tragedia silenciosa. Llegó en 2018, deshidratada y buscando ayuda humana cerca de un puesto de control en la Cordillera Escalera. No sabía cazar ni defenderse; el cautiverio ilegal le había robado su instinto salvaje.
"Cuando la trajeron, estaba muy débil. Seguramente estaba acostumbrada a que le dieran de comer", relata César Guerra Saldaña, encargado del centro. Este felino es solo uno de los cientos de testimonios vivos que explican por qué, desde 2006, Urku se ha convertido en un bastión contra el tráfico de fauna en la región San Martín.
Hace casi dos décadas, las autoridades enfrentaban un problema logístico crítico: se decomisaban animales víctimas del comercio ilegal, pero no había dónde llevarlos. Urku nació para llenar ese vacío, evolucionando de un simple refugio a un complejo centro de rescate, rehabilitación y educación.
Los resultados hablan por sí solos. Hasta la fecha, el centro ha logrado reinsertar en su hábitat natural a más de 500 especímenes, incluyendo tortugas de patas rojas, paujiles, monos y tapires. Sin embargo, el éxito de Urku no radica solo en su capacidad operativa, sino en su decisión estratégica de apostar por la formalidad.
"Trabajar dentro de las reglas es importante porque existen organismos que regulan los procesos", afirma Guerra. Esta alianza con el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre (OSINFOR) ha sido clave. Lejos de ver la fiscalización como una traba, el centro la utiliza para perfeccionar su manejo técnico y administrativo.
El impacto de Urku trasciende las jaulas de recuperación. El lugar se ha consolidado como un potente espacio de educación ambiental que recibe anualmente a 30,000 visitantes, entre turistas y estudiantes, quienes aprenden in situ sobre el daño irreversible que causa el mascotismo de animales silvestres.
Mirando hacia el futuro, Urku prepara la implementación de un laboratorio de fauna silvestre para impulsar la investigación académica. Así, este rincón de Tarapoto demuestra que cuando la gestión responsable se une a la legalidad, el bosque tiene una segunda oportunidad para respirar.