Economía
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Cambio Climático

Filósofo. Social & Neuro Researcher con más de 10 años de experiencia internacional.

En medio de la Cumbre Perú Sostenible 2025 nos hicimos una pregunta incómoda: más allá del discurso, ¿qué tan sostenibles somos realmente los peruanos? Para responderla, República Sostenible solicitó al Centro de Innovación Neuro Garage la realización de un test de asociaciones implícitas (IAT) con tecnología de eyetracking a 150 asistentes al evento. El eyetracking es una tecnología que permite rastrear y analizar los movimientos de los ojos, es decir, cómo miramos un objeto o una pantalla. Se utiliza para entender la atención, la percepción y el comportamiento visual en distintos contextos. Entre ellos, participaron también líderes de opinión como Vanessa Mohme, Directora de La República Sostenible, y Carla Pennano, Vicedecana de Marketing (2017 – 2023). Profesora del Departamento de Marketing y Negocios Internacionales.
Los resultados son alentadores. Cuando se mencionan prácticas concretas en casa (ahorrar agua, apagar las luces, reciclar o usar productos no contaminantes) la mirada de los participantes se dirige rápida y sostenidamente hacia las respuestas afirmativas. Es decir, no solo dicen que lo hacen: sus patrones visuales muestran reflexión, convicción y muy poca duda. La sostenibilidad doméstica empieza a ser un hábito, no sólo una intención.
También encontramos un fuerte sentido de responsabilidad compartida. Frases como “todos somos responsables del deterioro ambiental” o “las decisiones de consumo contribuyen al daño al planeta” concentraron la mayor atención en las opciones de acuerdo. La negación “casi” no existe en este grupo. Incluso ante afirmaciones incómodas —“me siento culpable cuando compro productos perjudiciales para el ambiente”— los ojos se quedan más tiempo en el “sí”, lo que revela una conciencia moral activa.
Este compromiso no se limita al hogar. Los participantes reconocen que su preocupación ambiental influye en sus decisiones de compra y que usar productos sostenibles los hace sentirse mejores personas. La sostenibilidad se integra así en la identidad: no es solo un tema técnico, sino ético y emocional.
Cuando hablamos de consecuencias, la preocupación se vuelve multidimensional. Los asistentes se inquietan por su propia salud y futuro, pero también por las plantas, los animales, los niños, los peruanos y, en última instancia, por todo el mundo. Reconocen que los problemas ambientales afectan más a los países con menos recursos, lo que introduce un componente de justicia y empatía.
Por supuesto, este estudio recoge a un público particular: personas que ya asisten a una cumbre de sostenibilidad y figuras influyentes del ecosistema, como directivos y académicos. No representa a todo el país, pero funciona como termómetro de hacia dónde podemos avanzar si Estado, empresas y ciudadanía alinean mensajes, incentivos y experiencias diarias que faciliten elegir opciones responsables sin que ello signifique renunciar a bienestar o progreso.
Entonces, ¿Qué tan sostenibles somos los peruanos? Al menos en este segmento, altamente sensibilizado, vemos coherencia progresiva entre lo que se piensa, lo que se siente y lo que se hace. Falta camino por recorrer y siempre es posible exagerar nuestras buenas prácticas, pero la evidencia implícita nos muestra algo clave: “la sostenibilidad ya no es un eslogan lejano, sino un valor que vive dentro de las decisiones cotidianas”. El reto ahora es masificar esa coherencia y convertirla en nueva norma cultural.