En el corazón de la economía digital global está el internet, una herramienta que ha revolucionado la forma en que compramos, vendemos, trabajamos y nos comunicamos. Sin una buena conexión, no existiría la banca móvil, las plataformas de comercio electrónico ni las aplicaciones de reparto que usamos a diario. Lo que muchas veces no se ve es lo que lo hace posible: la infraestructura de telecomunicaciones.
Esta infraestructura —compuesta por antenas, fibra óptica, centros de datos y redes móviles— funciona como un motor silencioso que permite que empresas y personas se conecten sin interrupciones. Su papel es vital para que los negocios digitales operen de manera eficiente, y para que emprendedores y consumidores participen activamente en el mercado digital.
Un claro ejemplo de este crecimiento es el comercio electrónico. Según la Cámara Peruana de Comercio Electrónico (CAPECE), las ventas en línea en Perú alcanzaron los US$ 15.600 millones en 2024, lo que representa un crecimiento del 21,2 % en comparación con el año anterior. Este salto refleja cómo la infraestructura digital apoya directamente a la economía del país.
Además, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) destaca que la economía digital no solo genera ingresos, sino que también promueve la inclusión social y reduce las desigualdades. Permite que personas de distintas regiones puedan emprender, trabajar a distancia y acceder a nuevos mercados, ampliando las oportunidades económicas de manera equitativa.
En este panorama, la infraestructura de telecomunicaciones es mucho más que tecnología: es un habilitador del desarrollo económico y social. A medida que la demanda digital crece, su fortalecimiento se vuelve esencial para asegurar un futuro competitivo e inclusivo para el Perú y toda América Latina.