Durante los primeros meses de la pandemia, ocasionada por el coronavirus, se elaboraron distintas teorías sobre el posible origen de esta letal enfermedad infecciosa. Entre las tantas especulaciones, se estableció –de manera irresponsable y sin ningún fundamento científico– una supuesta conexión entre la tecnología 5G y la transmisión de la COVID‑19. Dichas creencias, a pesar de haber sido desmentidas y rechazadas por organizaciones e investigadores del campo de la salud, por desgracia se han seguido utilizando como argumentos válidos para impedir el despliegue de nueva infraestructura en telecomunicaciones.
En dicho contexto, perjudicial para el desarrollo de la conectividad en el país, resulta imprescindible difundir información verificable y de fuentes confiables que expliquen por qué las antenas no tienen un impacto negativo sobre la salud. Según Alberto Lachos, Médico radioncólogo del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas, “las antenas no son nocivas para la salud y eso está demostrado en diferentes estudios”. Destaca, asimismo, lo siguiente: “los hornos a microondas, por ejemplo, emiten mayor energía que las ondas electromagnéticas de radiofrecuencia utilizadas por las antenas y la telefonía celular”.
Es importante comprender, en ese sentido, que las tecnologías inalámbricas se comunican principalmente a través de ondas electromagnéticas de radiofrecuencia, una forma de energía que se encuentra en el espectro electromagnético y que, al igual que las ondas de radio FM o las microondas, se considera como radiación no ionizante. Esto significa que es un tipo de radiación de baja energía. Por lo tanto, las antenas de telecomunicaciones son seguras; sobre todo, si tenemos en cuenta que sus radiaciones se ubican por debajo de los límites que podrían afectar la salud de las personas.
Tomar conciencia de esta realidad es un paso importante que, como país, nos va a permitir eliminar los obstáculos que impiden el despliegue de nueva infraestructura en telecomunicaciones y, por ende, estimular, a través de una mejor conectividad, el desarrollo integral de nuestras regiones. Al respecto, Víctor Cruz, Doctor en Ciencias Ambientales y docente principal de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, señala que, en la actualidad, el Perú cuenta con “aproximadamente 25,000 estaciones base celular (o antenas), de las cuales más o menos 9,500 se ubican en Lima. En consecuencia, si queremos tener un país bien conectado, de acuerdo a lo que indica Osiptel, necesitamos alrededor de unas 60,000 antenas”.
A este dato debemos agregarle una cifra que, sin duda alguna, no debemos perder de vista: a la fecha, en el Perú, el 60% de los centros poblados aún no tienen acceso a la tecnología 4G, lo cual equivale a una población superior a los 3 millones de peruanos. Ante este hecho, se necesita un trabajo articulado entre el sector público y privado con el propósito de erradicar, en primer lugar, las noticias falsas que entorpecen los avances en temas de conectividad y, en segundo término, difundir los múltiples beneficios que se generan (en campos como la educación, la salud o la economía) a partir del despliegue de la infraestructura en telecomunicaciones.
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