La empresa inglesa Brilliant Planet cultiva algas en los desiertos de Marruecos y Omán con un solo objetivo: capturar el dióxido de carbono que se emite a la atmósfera. La principal razón para sembrar algas es que tienen de 10 a 15 veces mayor capacidad para fijar el CO2.
Por cada 600 kilos de algas enterradas se elimina alrededor de una tonelada de CO2 de la atmósfera.
En ese sentido, la compañía cultiva algas en estanques repletos de agua bombeada desde las profundidades del océano para, al cabo de un par de semanas, recolectarlas y devolver el agua al mar. Las algas que se forman son enviadas a una torre especial que se encarga de rociarla por el aire cálido del desierto.
Para su labor emplean estanques de 12.000 metros cuadrados. El CEO de la firma, Adam Taylor, asegura que gracias a la capacidad de las algas para multiplicarse pueden llenar 16 piscinas así en cuestión de 30 días.