

Un aporte de la Dra. Ada Gallegos*
Directora ejecutiva de la Asociación de Universidades del Perú (ASUP)
Desde el año 2009, se instituyó el Día del Docente Universitario en el Perú, gracias a la noble iniciativa asumida por el entonces presidente de la Asamblea Nacional de Rectores, el doctor Iván Rodríguez Chávez. El 11 de julio evocamos la importancia de quienes dedican su vida a formar personas y profesionales en nuestro país.
Esta emblemática labor de enseñanza universitaria, investigación científica y extensión social viene precedida de un trabajo personal, de una trayectoria concentrada en desarrollar clases en cada especialidad, diseñar y actualizar programas académicos, evaluar el aprendizaje, estudiar permanentemente, publicar artículos en revistas indexadas, participar en investigación, desarrollar el conocimiento colectivo.
Su espacio es el del pensamiento libre, el que la sociedad necesita para avanzar en plena revolución tecnológica en el que la inteligencia artificial ya influye en todos los aspectos de nuestras vidas. Nuestra responsabilidad como docentes universitarios es formar profesionales pensantes que aporten realmente al país cuando lleguen a puestos de gobierno, pero también formar a aquellos jóvenes que vendrán en el relevo generacional insoslayable.
¿Cómo enfrentar el gran desafío tecnológico del siglo XXI? Actualizarse y adaptarse a la inteligencia artificial, no permitir su supremacía sobre la inteligencia humana, alinearse con los objetivos sociales y la solución de los problemas de la humanidad, no competir con ella, convertirla en nuestra aliada. Responder a la exigencia de productividad investigativa, así como adecuarse a la flexibilidad para enseñar en modalidades híbridas.
La universidad tiene que adaptarse a la velocidad del mundo digital y a la producción del conocimiento rápido que hoy ofrecen asistentes como el ChatGPT, sin que ello melle el aprendizaje. Desde la universidad se debe insistir en la capacidad del estudiante de pensar y procesar el conocimiento que adquiere en las aulas y en los libros, sin quedarse solo en la respuesta rápida de la máquina y el algoritmo.
El docente universitario debe seguir siendo el referente que guíe a sus estudiantes, especialmente en fomentar el pensamiento libre, ético y honesto. Su rol es defender el valor del cuestionamiento, la reflexión, la duda y la creatividad frente a una tecnología que, si bien impulsa la innovación, a menudo responde a lógicas de mercado y a los intereses de las grandes corporaciones tecnológicas.
En un mundo donde los avances tecnológicos pueden priorizar la eficiencia y el lucro sobre los valores humanos, el docente tiene la responsabilidad de enseñar a sus estudiantes a discernir críticamente, a utilizar la tecnología como una herramienta para el bien común y no como un fin en sí misma. Así, debe hacer prevalecer los valores y principios éticos en la sociedad, fomentando coherencia entre lo que enseña y su comportamiento personal y profesional, para formar ciudadanos conscientes y comprometidos con un futuro más justo.
No hay proporción entre el valioso servicio de los docentes y el reconocimiento económico que reciben, más aún en tiempos en que se requiere una capacitación digital y tecnológica permanente que nadie financia. Es una relación asimétrica que los docentes enfrentan con valor y continúan en su labor cotidiana, sin escatimar esfuerzos.
Es el Estado que representa el interés de la sociedad, el que debe atender la urgencia de renovación y modernización de las universidades públicas y privadas con una política de defensa activa del derecho a la educación con énfasis en la soberanía tecnológica y en la formación del estudiante en una sociedad que piensa con máquinas y algoritmos.
En este contexto de transformación, es difícil valorar o cuantificar la vocación de servicio del docente universitario, enorme como formador de personas, de defensa del pensamiento crítico libre y con responsabilidad social, fiel a los valores que defendemos.
El docente y la universidad que lo acoge es hoy una causa social, frente a quienes asumen el desarrollo solo desde la visión del mercado. La ética, los derechos y libertades, y la defensa de la democracia tienen su lugar en nuestras aulas. No lo olvidemos. En nuestras manos está la convivencia con justicia social, la igualdad de oportunidades, libre de mecanismos de discriminación y, sobre todo, respeto absoluto a los derechos y libertades fundamentales de las personas.
*La Dra. Ada Gallegos fue reconocida por Forbes 2024 como una de las 50 mujeres más influyentes del Perú. Es doctora en Gobierno y Políticas Públicas, y doctora en Educación con grado de maestría en Administración Pública con mención en Anticorrupción, licenciada en Educación, con segunda especialidad en Formación Magisterial. Especialista en Liderazgo con mención en manejo estratégico de crisis. Habilidades y Competencias Directivas (Universidad Complutense de Madrid), Negociación y Liderazgo (Harvard University). Becaria del Programa Fulbright Humphrey Fellow, en la especialidad de Administración Pública, certificada por el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.