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24 Oct 2025 | 14:54 h
Ser libres e independientes es una realidad presente en nuestra sociedad. Pero, ¿realmente siempre fue así? Tras el acontecimiento de las dos guerras mundiales—y todas las consecuencias que trajo consigo—la comunidad internacional necesitaba un marco común para proteger la libertad y dignidad de las personas.
Bajo ese parámetro, en 1948, la ONU adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por primera vez, se planteó un conjunto de ideales comunes, reconociendo que los derechos son inherentes a cualquier ser humano.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos parte de una sola idea: cada persona tiene un valor esencial que no se gana ni se pierde. Esto se enfrasca en la dignidad de cada ser humano con el derecho a una vida sin violencia, a tener acceso a salud, educación, vivienda, trabajo, a poder expresar quienes eres y vivir sin ningún miedo.
76 años después, los Derechos Humanos han evolucionado sin perder el rumbo que una vez se plantearon. Ahora, incluyen protecciones específicas para grupos vulnerables: mujeres, niñas y niños, personas con discapacidad, comunidad indígena, LGBTQIA+, refugiados y emigrantes.
La importancia de los Derechos Humanos radica en tres características principales:
Así como se exige que se cumplan, también se debe respetar los derechos de los demás. Con el tiempo, la declaración se convirtió en la base de leyes y tratados internacionales. Por ende, cuando un país ratifica algunos de ellos, debe evitar violaciones, proteger a su población y crear condiciones para que los derechos se cumplan. Caso contrario, asume riesgos legales.
Los derechos no se garantizan solos. Es tarea de todos los gobiernos, organizaciones y ciudadanía, diseñar políticas y acciones que los protejan y promuevan.
Hoy en día—desde la ONU—se sigue trabajando para promover el respeto de los Derechos Humanos y así lograr sociedades más justas e inclusivas. Cada acción cuenta: