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02 Sep 2025 | 15:44 h
El abuso sexual infantil sigue siendo una de las formas más silenciosas y devastadoras de violencia, especialmente cuando proviene del entorno más cercano. Un reciente análisis de casi 10 mil casos atendidos por los Centros Emergencia Mujer en Perú revela que tíos, padrastros y padres son los principales agresores. Este fenómeno, que también se repite en otras partes del mundo, evidencia un patrón alarmante de violencia sexual que se mantiene oculto bajo el manto del silencio familiar y la impunidad.
Según los datos analizados por los Centros Emergencia Mujer (CEM) en Perú, en más del 51% de los casos de violencia sexual contra menores de 14 años, el agresor es un miembro de la familia. Es decir, 4 981 niñas, niños y adolescentes fueron violentados dentro del círculo que debería protegerlos.
Los principales agresores son tíos (25,3%), padrastros (23,5%), padres biológicos (19,9%), primos (12,9%), hermanos y abuelos (4,6%). El perfil de las víctimas es mayoritariamente femenino (88%), mientras que solo un 12% son varones. Aún más alarmante es que el 2,1% de las víctimas atendidas estaban embarazadas, y en la mayoría de los casos el embarazo fue producto de una violación cometida por el padrastro (34%) u otro familiar (20%).
En los casos de menores con discapacidad, el 0,9% de las víctimas reportaron esta condición, siendo los agresores más comunes la madre/el padre (32%) o el padrastro/madrastra (28%).
Además, el 60,5% de los agresores con vínculo familiar presentan un riesgo de reincidencia, con predominancia de tocamientos indebidos (60,6%) y violación sexual (36,2%). Entre los factores que facilitan la continuidad del abuso están la vulnerabilidad de la víctima (67,7%), el fácil acceso del agresor (38,4%) y el entorno precario o inseguro del hogar (16,4%).
Aunque el entorno familiar representa el mayor porcentaje de agresiones, los agresores sin vínculo familiar también tienen un rol significativo. En este grupo destacan: vecinos (34,97%), personas sin relación definida (27,2%) y desconocidos (21,71%).
El riesgo de continuidad de la violencia en estos casos alcanza un 66,7%, con los mismos factores de riesgo: acceso directo a la víctima y su situación de vulnerabilidad.
Otro grupo alarmante es el de los agresores adolescentes. En los casos de violencia en relaciones de pareja: el 78,9% de agresiones fueron cometidas por el enamorado y el 20% por el exenamorado.
Sorprende que un 6% de los agresores tienen menos de 14 años, lo que pone en evidencia la necesidad de intervenir tempranamente en la educación sexual y emocional de los adolescentes.
La situación en Perú no es aislada. Según datos de la ONU (2024), 1 de cada 8 niñas y 1 de cada 11 niños ha sido víctima de agresión sexual a nivel mundial. Lo más alarmante es que solo 1 de cada 250 casos se denuncia, dejando la mayoría de estos crímenes en la impunidad.
En países como España, por ejemplo, el 75% de los abusos a menores son cometidos por personas conocidas, y casi el 40% por familiares directos. Además, el 93,8% de los agresores son hombres, y en muchos casos, niegan haber cometido el abuso incluso después de haber sido condenados.
El silencio familiar, el miedo, la culpa y la vergüenza son factores que perpetúan la violencia. Las víctimas suelen tardar entre 17 y 21 años en hablar por primera vez del abuso que vivieron en la infancia, lo que impide una atención oportuna y permite que los agresores continúen violentando a otros menores.
Como lo demuestra la antropóloga Dorothée Dussy en su investigación sobre incesto, el abuso sexual dentro de las familias está marcado por dos elementos clave: el poder del agresor y el silencio colectivo.
En muchas familias, el agresor es una figura respetada y con autoridad, lo que impide que las víctimas se opongan o hablen. Algunos agresores incluso justifican sus actos como muestras de afecto, convencidos de que no hay consecuencias graves. Otros manipulan a los menores con regalos o premios, trasladando a la víctima la responsabilidad del acto.
Este tipo de justificaciones comunes entre agresores que niegan o minimizan los hechos, incrementa por tres veces la posibilidad de reincidencia. Además, el entorno familiar muchas veces prefiere callar antes que enfrentar la vergüenza o perder al agresor, consolidando así un pacto de silencio que invisibiliza el dolor de las víctimas.
Si necesitas denunciar un caso de abuso sexual infantil puedes comunicarte de manera gratuita a la Línea 100, disponible las 24 horas para brindar orientación, apoyo y derivación inmediata; a la Línea ANNA 1810, especializada en la protección de niñas, niños y adolescentes en riesgo; o a la Línea 1818, la Central Única de Denuncias del Ministerio del Interior, que recibe reportes de forma anónima o identificada y los deriva a las autoridades competentes.
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