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08 Sep 2025 | 16:16 h
Cada 8 de septiembre, el mundo se detiene a reflexionar sobre un derecho fundamental: la alfabetización, que no es un privilegio, sino una necesidad básica para todas las personas. A pesar de esto, todavía hay más de 750 millones de individuos alrededor del mundo que no saben leer ni escribir, y lo más preocupante es que dos tercios de ellas son mujeres. Estas cifras no son solo estadísticas; representan vidas con oportunidades limitadas, sueños que no pudieron cumplirse y caminos que se mantienen cerrados.
La educación es la herramienta más importante y poderosa para cambiar vidas y sociedades. “No se trata únicamente de brindar más años de escolaridad, sino de asegurar aprendizajes significativos que permitan a cada persona comprender, interpretar, dialogar y construir futuro.”
Por eso, alfabetizar va mucho más allá de un simple gesto asistencialista; es una cuestión de justicia social y desarrollo humano. No consiste solamente en aprender a leer y escribir, sino en abrir la puerta al conocimiento, a un empleo digno, a la participación activa en la sociedad y al ejercicio pleno de los derechos. En una era donde la tecnología domina, quienes no tienen estas habilidades quedan doblemente excluidos: de la cultura escrita tradicional y del mundo digital. ¿Cómo podemos hablar de igualdad, democracia o futuro si millones de personas no tienen acceso al derecho básico de expresarse y comunicarse?
En América Latina, incluyendo Argentina, la cuestión ya no es solo que los niños sepan leer y escribir, sino que entiendan lo que leen y sean capaces de darle sentido propio. ¿De qué sirve un diploma escolar si un joven no puede analizar una noticia, defender sus ideas o redactar un documento laboral?
La alfabetización funcional y digital se ha convertido en la verdadera línea divisoria entre quienes están incluidos y quienes quedan excluidos. Y siempre son los grupos más vulnerables quienes sufren las mayores consecuencias.
Hoy, en el Día Internacional de la Alfabetización, es fundamental renovar un compromiso común. Todos: gobiernos, escuelas, familias, organizaciones sociales y ciudadanos, debemos unir esfuerzos para que ninguna persona, sin importar su edad, quede fuera de la educación. “Porque donde hay alfabetización, hay libertad.”
No alcanza con palabras bonitas o buenas intenciones; es necesario implementar programas concretos, formar y capacitar a los docentes de manera continua, utilizar la tecnología con fines pedagógicos, promover campañas de lectura, activar bibliotecas y brindar tutorías personalizadas. Hay ejemplos exitosos que debemos ampliar y mantener en el tiempo.
Este compromiso es de todos. Los gobiernos deben garantizar políticas educativas sostenibles con presupuesto y visión a largo plazo. La sociedad debe dejar de lado la indiferencia y participar activamente, exigir y apoyar. Cada persona que aprende a leer y escribir suma una nueva historia de dignidad para sí misma, para su país y para el mundo.
Sin la capacidad de leer no existe el pensamiento crítico, y sin la escritura, no hay voz propia. La alfabetización no puede esperar más. El futuro de nuestras comunidades depende de que cada individuo tenga las herramientas necesarias para leer, escribir y, sobre todo, pensar por sí mismo y tomar sus propias decisiones.
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